Desde que Javier Milei llegó al gobierno, la realidad de las universidades públicas fue de mal en peor.
Además de una pérdida del poder adquisitivo para sus trabajadores del orden del 40 por ciento, también se recortaron fondos para gastos de funcionamiento, becas, investigación y extensión.
Prácticamente, la administración libertaria paralizó a las casas de estudio en Argentina y desafió su legitimidad cada vez que pudo. Como respuesta, las instituciones organizaron clases públicas, paros y diversas iniciativas. La última se lleva adelante bajo la consigna “Prendete a defender a la universidad pública”.
El gobierno sabe que la mejor manera de desangrar a las universidades es ajustando el presupuesto. Lo que quizás el gobierno no sabe es que las universidades poseen una enorme tradición de lucha. Un siglo de capital simbólico acumulado no se termina de la noche a la mañana.