Si el Senado convierte en ley la boleta única, se producirá un hecho histórico: por primera vez la Argentina cambiaría su forma de votar, dejando atrás las boletas partidarias.
Este sistema ya funciona en provincias como Santa Fe y Córdoba, y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero en el ámbito nacional sigue rigiendo la boleta partidaria.
Este cambio histórico puede ocurrir pronto, pero para que eso pase el gobierno de Javier Milei, que promueve la boleta única, debe conseguir al menos 37 de los 72 votos posibles en el Senado. Es decir, la mitad más uno de los integrantes del cuerpo. Esos votos hoy por hoy no están.
La UCR, el PRO y el oficialismo, entre otros espacios, sostienen que la boleta única tiene una serie de ventajas respecto de la herramienta actual: resaltan que es una sola boleta por cada votante y que la impresión la realiza el Estado, sin la participación de los partidos políticos,
Los detractores de la bolta única, en cambio, señalan que como consecuencia de la enorme oferta electoral los electores podrían tener que marcar su decisión en boletas del tamaño de afiches de la calle; y que la boleta única tampoco resuelve el problema de la lista sábana, que es cerrada y bloqueada, porque uno vota una lista completa y no puede elegir candidatos de una u otra lista. Además, que en la boleta única no figura la oferta completa de candidaturas.